La última tormenta -y IV-
He entornado la puerta de la caja, he vuelto el cuadro a su posición original, no sin antes echar un fugaz vistazo a su interior: está repleta de billetes de curso legal, me han parecido todos de pequeño importe, pero no importa, aun así, hay más dinero del que yo ganaré en toda mi vida. He apagado los cirios y he prestado atención para averiguar quién llegó, la voz inconfundible de mi hijo me ha sacado de dudas, ha vuelto solo. —Papá, papá… ¿Dónde estás? Entro apresuradamente al aseo, desde allí le contesto con la voz más lastimera que me permite mi ebriedad: —Dime hijo, ¿han curado al abuelo? —Papá el abuelo… el abuelo ha muerto. Cuando llegamos los médicos ya no pudieron hacer nada por él… pero hay otra maña noticia… — ¿Además del fallecimiento del abuelo? —me costaba mucho no reírme, pero aún conservaba la suficiente sensatez para no hacerlo. —Papá lo que estamos viviendo no es una tormenta… Es la guerra, aquella de que hablaba el vecino de arriba, han estallado varias bo