Es la guerra



Se aproximaron con comedidos pasos, quieren aparentar firmeza, se percibe la tensión que acompañará el encuentro.
Sin acordarlo ambos enarbolan una desleída sonrisa con varios objetivos: garantizar una incierta tregua y mostrar la ilusión de un acuerdo inalcanzable.
Acostumbran a choques cuerpo a cuerpo, sin normas, donde todo vale.
La lucha barriobajera es su campo, pero hoy han mostrarse como no son. Es una regla impuesta a su hostilidad.
Sus movimientos transparentan felina desconfianza.
Primera duda: protocolo de salutación, se materializada en improvisada y vacilante coreografía que concluye con un lánguido estrechamiento de manos.
Toman asiento enfrentados a través de una imparcial mesa.
Blanden sus armas, cuentan con variada munición: insolencias para salvas, manidos reproches, infamias, sarcasmos y amenazas para el enfrentamiento y por si llega al cuerpo a cuerpo, calan ironías.
Se atrincheran tras estudiadas indiferencias.
En sus macutos explosivos gritos y cartuchos de insultos, si es necesario gas mentira.
Ambos cuentan, aunque no lo admitan, con armas de destrucción masiva: difamaciones tendenciosas oportunamente murmuradas al oído de sus hijos.
Están preparados para debatir la custodia compartida y la modificación del régimen de visitas a sus hijos.
Es la primera reunión, sin abogados, desde el divorcio.


Alberto Giménez Prieto “Lumbre”
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